Retomando los argumentos del economista norteamericano, en su quinto capítulo, titulado “la acumulación y el ejército de reserva”, se comienza dividiendo la industria en medios de producción, por un lado, y artículos de consumo, por el otro. Ambas líneas crean productos cuyo valor viene determinado por la suma de los capitales constantes y variables empleados, a lo que se añade la plusvalía obtenida por el empresario.
Se presenta la imposibilidad de concebir el sistema capitalista como una reproducción simple e inmutable, ya que de ser así, en la realidad los propietarios deberían reponer cada año el capital gastado, emplear toda su plusvalía en consumo y que todos los obreros utilizasen su salario para consumir, cosa que no sucede. En este sentido, es importante señalar la difícil existencia de un equilibrio estable entre oferta y demanda, lo cual supone uno de los factores a tener en cuenta en las crisis.
El autor hace hincapié en el interés esencial del capitalismo, que no es otro que acumular y ampliar su capital, como fuerza motriz para su desarrollo, convirtiendo de modo sucesivo una parte de su plusvalía en capital adicional. Este ambicioso deseo, no es innato al ser humano, sino que surge de la posición que se ocupa dentro de la organización de la producción, según la visión marxista. El coercitivo sistema de competencia, obliga a crecer constantemente e invertir en aquellos avances tecnológicos más eficientes, para evitar riesgos de exclusión del proceso. En este contexto, a veces surge un conflicto entre la pasión por acumular y la tendencia al disfrute, las cuales aumentan en paralelo.
A continuación se expone un tema escabroso: Al aumentar la demanda de fuerza de trabajo, no siendo esta una mercancía ordinaria, su valor y su precio se desvían, ya que aunque se produzca un incremento del precio, los salarios no siguen el mismo camino. En este momento, es necesario recurrir a la solución propuesta por Marx, en “el ejército de reserva del trabajo”, como mecanismo para regular el nivel de los sueldos, manteniendo las ganancias del empresario. Se utiliza a los obreros desempleados, como argumento para controlar los salarios de aquellos que mantienen sus puestos de trabajo, es decir, como amenaza. Esta “población excedente”, en parte debida a la aparición de maquinaria alternativa que ahorra fuerza de trabajo y facilita el empleo de capital en otras partes, no debería reducirse a proporciones peligrosas, ya que ayuda a disminuir los sueldos. ¿Pueden relacionarse estas ideas con la situación actual de España en cuanto a cifras de paro? Al menos, deberíamos reflexionar sobre las leyes de movimiento del capitalismo y comprobar en qué medida condicionan o determinan la mayoría de las relaciones de la sociedad.
En el sexto capítulo, se trata la “tendencia descendente de la tasa de ganancia”, referida evidentemente a los propietarios. Si bien sólo se produce aquello que rinde ganancias, ni la plusvalía, ni la composición orgánica del capital, se mantienen constantes, respondiendo de este modo a las variaciones de productividad y a las condiciones del mercado. Es importante, comentar la irremediable realidad del descenso de esta tasa, debido a que los recursos productivos se van agotando progresivamente.
Existen factores que favorecen un descenso de la tasa mencionada, como pueden ser los sindicatos (si cumpliesen con la función para la que fueron creados), la acción del Estado en beneficio de los trabajadores (con seguros por desempleo, o limitaciones de la jornada laboral), así como la falta de inversión en I + D.
Como contrapartida, aparecen diversos factores que hacen aumentar esta tasa de ganancia, como son las Organizaciones Patronales, la exportación de capital o comercio exterior, la formación de monopolios o la acción del Estado en beneficio de los empresarios (a través de exenciones fiscales o subvenciones).
En cualquier caso, estas dos listas no son cerradas, y pueden surgir muchos condicionantes que varíen sus estadísticas.
La realidad española, en la que año tras año, aumentan los patrimonios de minorías pudientes y privilegiadas, demuestra que aunque las ganancias en un determinado sector tiendan a disminuir, el poder del capital es tan inmenso, que no tiene apenas problemas para saltar a cualquier otro mercado en el que explotar recursos diferentes. Por lo tanto el descenso de los beneficios en un determinado ámbito, no significa en muchos casos que se vayan a terminar las ganancias totales.
“La naturaleza de las crisis capitalistas”, es el título del octavo capítulo del libro de Sweezy. En él se hace referencia a la participación de un gran número de aspectos y fuerzas económicas que intervienen en los mercados y dan forma al proceso.
Se desestima la vigencia actual del trueque y del método de producción simple, al menos globalmente, apareciendo el dinero como medio de cambio, como paso hacia delante en la historia, lo cual puede ser digno de un curioso debate. Objetivamente, la moneda divide el acto del cambio en el espacio y en el tiempo, donde el productor no está obligado a buscar a alguien que tenga lo que él necesita y que al mismo tiempo, necesite lo que él tiene. Todo ello, facilita la especialización, como base de la mejora de la producción.
Cuando se interrumpe el proceso de circulación, pueden coincidir mercancías invendibles y necesidades insatisfechas, dándose el fenómeno de la “crisis de superproducción”. Dicho de otro modo, el esquema M – D – M (donde M = Mercancía y D = Dinero), lleva implícitos posibles problemas en la circulación.
La Ley de Say, es desechada ya que argumentaba que a una venta sigue invariablemente una compra por igual cantidad y por tanto no existirían crisis. La realidad demuestra que no existe tal obligación. El dinero es algo más que un medio, ya que mediante este, el cambio divide la transacción en dos o más fases diferentes.
Posteriormente, se habla de una nueva ecuación: D – M – D´. Donde el capitalista no se fija demasiado en el valor de uso, sino en el de cambio. El proceso carece de sentido a menos que exista diferencia entre D y D´, a favor de esta última. Si es así, se devuelve constantemente el dinero a la circulación, para aumentar de modo repetitivo la acumulación de capital, siendo ese afán el talón de Aquiles del capitalismo.
Sin embargo, para los obreros preocupados por el valor de uso, la ecuación sería M – D – M, siendo su mercancía la fuerza de trabajo, la cual le proporciona lo necesario para cubrir sus necesidades, e incluso para asegurarse afluencia de valores de uso para sí y su familia, cuando su fuerza productiva ya no sea vendible. Por tanto, estamos ante dos conductas diferentes, debido tanto a sus puntos de partida como a sus intenciones.
Se vuelve a incidir en la necesidad de reinvertir si se quiere seguir siendo capitalista, para no disminuir en exceso su tasa de ganancia, debido a los factores antes mencionados. Aún así se dice que si los propietarios observan una tasa de ganancia por debajo de sus expectativas, pueden derivar sus inversiones a otros sectores, para continuar con su incesante maquinaria explotadora de recursos.