¿Porqué nos conformamos?

El último día del año 2013, el diario «El mundo», publicaba un macro-sondeo, en el que se aseguraba que el 75% de la población española opina que las decisiones económicas de Rajoy no dan resultado, el 70 % cree que los ajustes no podrán acortar la salida de la crisis y casi la mitad de los votantes del Partido Popular, piensa que las políticas del Gobierno no funcionan.

Con este panorama, es necesario plantearnos porqué obedecemos las consignas a seguir, diagnosticadas por parte de unos decisores que objetivamente no cumplen con las funciones que el resto de la ciudadanía les hemos encomendado.

Las mentiras políticas comienzan argumentando que todos somos hijos de la madre tierra y de este modo, las cosas vienen dadas, por lo que hay que respetar el curso de los acontecimientos, porque así esta escrito.

Hace mucho tiempo, Sócrates convenció a Traximaco de algo totalmente demostrable: «La obediencia no puede proceder únicamente del uso de la fuerza». Actualmente, algunas de las teorías que pretenden explicar la obediencia del ser humano aluden a las siguientes razones:

– Coacción (juego con el factor miedo ante una determinada amenaza).

– Legitimidad (al pensar que el poder es razonable o auténtico).

– Costumbre (tradición).

– Inclusión social (asumir que el resto de los que acceden tienen razón y así se evita el rechazo de una comunidad).

– Por no complicarnos la vida (evitar el esfuerzo que supone el cambio).

Todos y cada uno de estos análisis nos llevan a dejarnos guiar, lo cual no tiene porque ser negativo. Sin embargo, es necesario un mayor esfuerzo reflexivo, ya que dado que no lo hemos hecho de modo preventivo (que hubiera sido lo más inteligente), ahora estamos ante un momento de urgencia, tanto individual como colectiva. Tenemos la necesidad de pensar lo que hacemos, sus causas y sus consecuencias, así cómo nuestra tarea o función social.

Pocas cosas nos vienen dadas, y si es así les damos escaso valor. Por eso, el gran apuro en el que nos encontramos requiere un impulso extra, pero razonable.

¡No nos conformemos con cualquier cosa!

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